El pasado 10 de abril Uruguay se ha convertido en el duodécimo país del mundo y el segundo latinoamericano, junto a Argentina, en permitir el matrimonio entre homosexuales. Cinco horas de intenso debate y el voto favorable de 71 diputados sobre un total de 92, hicieron posible la aprobación del texto que indica que la institución del matrimonio “implicará la unión de dos contrayentes, cualquiera sea la identidad de género u orientación sexual, en los mismos términos, con iguales efectos y formas de disolución que establece hasta el presente el Código Civil”. Federico Graña, diputado de la coalición izquierdista Frente Amplio y miembro del movimiento Ovejas Negras, impulsores de la ley, no ocultaba su alegría ante el reconocimiento social que supone la modificación legal que, además, también permite la adopción de hijos a parejas del mismo sexo y autoriza a todos los matrimonios a elegir el orden de los apellidos de sus hijos. “Esa medida cambia el rol de la mujer dentro de la familia y discute las tradiciones patriarcales que han regido hasta ahora”, afirmó.
La norma se asemeja a la aprobada en Argentina en julio de 2010, y su consenso en Uruguay marca la aceptación social que el matrimonio igualitario ha adquirido en ese país. Aunque la unión civil entre personas del mismo sexo era legal desde el 2008, la comunidad uruguaya de familias LGBTy homoparentales destaca que "el matrimonio encarna un amparo mucho más amplio y accesible que la unión".
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