Hace más de 20 años que la Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades, pero en Estados Unidos existen numerosos doctores y organizaciones, como la Asociación Nacional para la Investigación y las Terapias para la Homosexualidad (NARTH), que se dedican a “curar” la homosexualidad. El pasado septiembre el gobernador del Estado de California (EEUU), el demócrata Jerry Brown, aprobó la ley SB-1172, denominada “Sexual Orientation Change Efforts”, que preveía la prohibición a partir del uno de enero de 2013 de los tratamientos de psicoterapia destinados a convertir a un menor de 18 años homosexual en heterosexual, prohibición que, de llevarse a cabo, afectaría a psicólogos y terapeutas profesionales pero no al asesoramiento psicológico ofrecido por comunidades religiosas. Según defendió entonces el político en declaraciones al diario “Los Ángeles Times”, este tipo de terapias carecen de base científica o médica, y son conocidas por haber “provocado depresión y suicidios entre jóvenes”. Sin embargo, para Christopher Rosik, presidente de NARTH, la ley suponía una “intrusión legislativa sin precedentes”. En el preámbulo del texto legal puede leerse claramente que “el hecho de ser lesbiana, gay o bisexual no constituye una complicación médica, ni un trastorno, ni una enfermedad, ni una carencia, ni un defecto”.
La situación actualmente es que la norma, cuya entrada en vigor estaba prevista para este mismo año, ha sido frenada por varias apelaciones ante la Corte, y aunque la última palabra la tendrá un tribunal federal, se ha reavivado el enfrentamiento entre quienes defienden estas terapias, que ven la homosexualidad como un desorden mental o una consecuencia de la historia del paciente, y, por tanto, modificable, y quienes las condenan por peligrosas y obsoletas.
Las terapias de conversión, reparativas o exgay, han sido muy criticadas por Jack Drecher, miembro destacado de la Asociación de Psiquiatría Estadounidense. “Tras un estudio de 2009 señalamos que no había evidencia científica de que la terapia supusiera cambios permanentes de la orientación sexual y, en cambio, consignamos los efectos adversos que tenía en algunos pacientes, como ansiedad, depresión y deterioro general de la salud mental”, afirma este médico, para quien este tipo de terapias tiene detrás un motor moral o religiosos sin base científica.
En el otro extremo del debate, la organización NARTH, creada en los años 90 alrededor de la figura del psicólogo Joseph Nicolosi, niega que la orientación sexual tenga una base biológica, y la trata como una secuela de experiencias pasadas. El terapeuta David Pickup, portavoz de NARTH y discípulo de Nicolosi, como expaciente de terapias de conversión, se ha declarado víctima de abusos sexuales durante su niñez y considera que el tratamiento le "salvó la vida". En su opinión, cuando los traumas profundos se exponen y se tratan, las tendencias homosexuales comienzan a disiparse por sí solas.
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