En la India ser varón es un privilegio que tiene como contrapartida el auténtico drama vivido por las mujeres. La preferencia de las familias por los niños comienza mucho antes de que estos nazcan y el aborto selectivo es una constante en una sociedad que percibe a la niña como una carga económica. Desde 1996 están prohibidas las pruebas de determinación de sexo en las ecografías, pero la práctica está muy extendida por todas las clínicas privadas del país, por lo que las que más abortan selectivamente son las mujeres de más nivel económico, puesto que son las que pueden pagar las pruebas. Es en las grandes ciudades en donde se están registrando los mayores desequilibrios en las tasas de nacimiento de niños y niñas.
En los hogares, cuanta más pobreza existe más descarnada es la diferencia entre sexos. Ante los limitados recursos, se protege al varón, de forma que es éste es que tiene preferencia incluso para comer. Si una mujer no engendra un varón es estigmatizada. Si da a luz a una niña, en seguida deja de amamantarla para poder concebir cuanto antes un varón, quedando la recién nacida más vulnerable a enfermedades e infecciones.
Las niñas son casadas a edades tempranas y pasan a estar sometidas a su marido y a su familia política; la mayoría son analfabetas y dependientes económicamente. Patriarcado y pobreza han creado una sociedad misógina.
El círculo es muy difícil de romper dentro de una realidad social que permite el crecimiento económico de un país a costa de prescindir del género femenino.
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