El Ateneo de Madrid fue el escenario donde el pasado domingo 9 de diciembre se presentó el número monográfico sobre prostitución de "Nuestra Bandera", la revista del Partido Comunista de España (PCE), en un acto en el que esta formación quiso volver a poner de manifiesto su postura en relación con lo que considera la explotación del siglo XXI.
Como explicó Cristina Simó, secretaria del Área de Mujer de los comunistas, “la prostitución se vincula a la diferencia de clase social, ya que el perfil de la mujer prostituida del siglo XXI es pobre, inmigrante y en situación irregular” y “es una de las formas más extremas de violencia de género, que debe ser rechazada como tradición y como forma de educación sexual, en tanto que perpetúa y legitima la compra-venta del cuerpo de las mujeres como una mercancía”.
En la presentación del monográfico, y junto a Cristina Simó, Eva Palomo Cermeño y Rosario Luque, participaron dos hombres, Enrique Díez, Presidente de la Asociación Nacional de Hombres por la Abolición de la Prostitución, Secretario Federal de Educación de IU y profesor de la Universidad de León, y Carlos París, catedrático emérito de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, presidente del Ateneo, y firme defensor de la postura abolicionista. Además de las reflexiones contenidas en los 16 artículos que contiene la revista, todas en sintonía con la defensa de la abolición de la prostitución como única forma de acabar con la explotación sexual que sufren las mujeres y los hombres que venden su cuerpo, se aportan una serie de datos muy significativos que deberían estar presentes en el debate sobre el tema:
En España ejercen la prostitución unas 400.000 personas, de las que el 90% son mujeres, el 3% son hombres y el 7% son transexuales. El 87% de las mujeres prostituidas son inmigrantes, procedentes fundamentalmente de América Latina, África subsahariana y Europa del Este, aunque, a consecuencia de la crisis económica actual, mujeres españolas están viéndose obligadas a introducirse en este mundo. La regularización de la prostitución como cualquier otra actividad profesional, llevada a cabo en algunos países, ha resultado un fracaso. Además, como recordó Carlos París, “hay una diferencia sustancial entre la actividad laboral y lo que representa la prostitución. En el trabajo retribuido, aquello que se vende es una actividad, sea productiva de objetos, sea prestadora de servicios, mientras que en la prostitución, la mujer o, en términos más generales, el sujeto prostituido, vende su cuerpo, convertido en puro objeto instrumental para el goce de otro, se cosifica y se degrada, asumiendo el carácter de pura mercancía”.
Por el contrario, la solución adoptada en Suecia es la que ha conseguido una reducción en la cifra de mujeres dedicadas a la prostitución. En este país, la prostitución es considerada como un aspecto de la violencia masculina contra mujeres, niñas y niños y se reconoce oficialmente como una forma de explotación. Como indica Enrique Javier Díez en el trabajo incluido en el monográfico, “la igualdad de género continuará siendo inalcanzable mientras los hombres compren, vendan y exploten a mujeres, niñas y niños prostituyéndoles”.
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