Recientemente se ha publicado la noticia en diversos medios sobre la prohibición y sanción de que serán objeto en Cuba los intérpretes y difusores del reggaetón, así como de cualquier otro género musical que utilice expresiones “vulgares, banales y mediocres”.
Esta noticia responde a la postura defendida por el presidente del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel, en una entrevista concedida al diario oficial del país, Granma. En ella ensalza los sonidos cubanos como el son, la salsa, el jazz o la rumba frente al “contraproducente y transgresor” reggaetón, al que acusa de atentar contra la honorabilidad de la mujer, a la que proyecta “como grotesco objeto sexual en un entorno gestual aún más grotesco”. Además, anuncia el estudio de medidas que regulen la difusión de determinadas músicas a través de los medios de comunicación y en los espacios públicos, contemplando incluso sanciones para quienes “desde las instituciones propicien o permitan estas prácticas”.
La polémica levantada ha llegado al Parlamento cubano, donde el presidente del Instituto Nacional de la Radio y la Televisión, Danilo Sirio López, ha anunciado que en los canales nacionales de radio y televisión, e independientemente de su procedencia, no se difundirá más música que atente o denigre la imagen de la mujer, puesto que el desafío de la institución que preside es “ofrecer un producto audiovisual de mejor factura, alejado de toda vulgaridad”.
Cada vez está más extendida entre intelectuales e instituciones de Cuba la preocupación sobre el carácter retrógrado y discriminatorio de las letras de algunas canciones muy populares en la isla caribeña, especialmente las incluidas en el género reggaetón. Pero son conscientes de que el reggaetón, incluso en su vertiente más machista y vulgar, no puede combatirse con prohibiciones por la gran popularidad de que goza entre la población más joven.
Existen casos internacionales en los que la presión de determinados colectivos, como de pensionistas o de indígenas, ha logrado que los videoclips considerados por ellos ofensivos fueran retirados de la programación en diferentes países. Varias instituciones cubanas, entre ellas la Federación de Mujeres Cubanas y la Editorial de la Mujer de Cuba, han denunciado en numerosas ocasiones el atentado contra la dignidad de las mujeres que supone el contenido de muchas canciones de reggaetón.
La cuestión que se plantea y de la que se hacen eco otras voces es por qué en este caso los medios han tildado la situación de “censura gubernamental” o de “cruzada de Cuba contra el reggaetón”, en lugar de plantearse las razones del avance en la sociedad de mensajes discriminatorios y los límites que se pueden traspasar en nombre de la libertad cuando lo que está en juego puede considerarse una forma de violencia de género.
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