La conmemoración del 25 de noviembre como Día Internacional de Lucha contra la violencia de género cobra especial relevancia en un país como El Salvador en el que, de acuerdo con las cifras facilitadas por el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU), las muertes violentas de mujeres sobrepasan significativamente la categoría de epidemia que señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). La Primera dama del país y Presidenta de ISDEMU, Vanda Pignato, no ha dudado en calificar a la violencia de género de auténtica enfermedad, refiriéndose a ella como a una grave situación que no sólo atenta contra las mujeres, sino contra toda la sociedad.
El lenguaje no es en absoluto ajeno a la violencia de género. En julio pasado, la viceministra de Gobernación de El Salvador, María Ofelia Navarrete, consideró que sería necesaria una ley para erradicar las formas de violencia de género dentro de los medios de comunicación y darle así más peso a los esfuerzos que se están realizando en el marco de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (LEIV). Para la directora ejecutiva de la Asociación de Radiodifusores de El Salvador (ASDER), Ana María de Lara, el mayor desafío no se encuentra en los comunicadores sino dentro de la mentalidad de la población en general. “Sin embargo tenemos también la obligación de orientar a la población en su cambio de mentalidad”.
En este contexto se pregunta Jorge Vargas Méndez, en el diario digital DiarioCoLatino.com, hasta qué punto se infringe la LEIV cuando alguien se dirige a públicos heterogéneos ninguneando la presencia femenina y asumiendo que niñas y mujeres se encuentran incluidas en el léxico masculinizado, puesto que la citada Ley sanciona diversas formas de violencia contra la población femenina, incluyendo la violencia simbólica, que alude a las agresiones mediante toda forma de lenguaje. Para este autor, la lengua debe estar en función de las personas y no a la inversa, por lo que defiende la utilización de un lenguaje que haga visibles a niñas y mujeres para reconocerles, en definitiva, su dignidad.
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