Mediante las emociones nuestro organismo se relaciona con el mundo exterior, y lo largo del día todos nosotros sentimos una variedad de emociones que no siempre sabemos manejar adecuadamente, pero que afectan de manera decisiva a nuestra salud. Un reciente estudio publicado en la Revista Española de Cardiología ha mostrado la relación existente entre el control de las emociones y la salud cardiovascular, indicando que las personas que disponen de “regulación emocional” consiguen moderar el efecto negativo de la edad sobre las variaciones de la frecuencia cardíaca (VFC), herramienta utilizada para valorar el estado de salud del corazón. Niveles bajos de VFC se asocian a la edad, a una mayor incidencia de enfermedades cardiovascualres y a un mayor índice de mortalidad por causa cardíaca.
La regulación emocional es una habilidad para regular las emociones propias y ajenas que promueve un crecimiento emocional e intelectual. Les permite a las personas llevar a cabo estrategias efectivas para reducir el impacto de emociones negativas e incluso da respuestas fisiológicamente más adaptativas.
Ansiedad o estrés ante situaciones de incertidumbre o por anticipación de algo negativo, enfado o frustración por no poder lograr un objetivo o ante la percepción de una injusticia, son ejemplos de emociones negativas que, además de no solucionar el problema que las desencadena, perjudican física y mentalmente. Disponer de regulación emocional, por el contrario, ayuda a solucionar de forma efectiva la situación conflictiva y además beneficia a la salud.
No podemos elegir nuestras emociones, pero sí podemos aprender a moderarlas para poner en marcha las estrategias que más agradecerá nuestro corazón.
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