Cuando aparece el dolor, como consecuencia de una enfermedad o de un proceso traumático, la vida sexual no tarda en resentirse. Cuesta mucho desviar la atención del problema principal, por eso es importante la labor de todos los especialistas médicos involucrados en cada caso concreto, así como de psicólogos y sexólogos, para hacer comprender al paciente y, en su caso, a su pareja, que la sexualidad es mucho más que la genitalidad, y que el principal órgano sexual es el cerebro. Esta afirmación adquiere especial relevancia en los casos de personas con enfermedades cerebrovasculares, aquejadas de limitaciones físicas y del lenguaje. Pero son muchas y diversas las dolencias que pueden apagar el deseo, y por eso es fundamental que el médico hable de forma clara al paciente. En el caso de las mujeres con cáncer, éstas deben conocer los cambios que experimentará su cuerpo a causa de la quimioterapia y/o la cirugía; en el caso de enfermedades coronarias, debe explicársele al paciente cuándo puede reanudar su vida sexual. Una norma general puede ser que el momento adecuado para retomar la vida sexual es aquél en el que el paciente puede desempeñar otras actividades de su vida diaria. Pero cada situación (depresión, parto, cirugía de próstata...) requerirá la adecuada explicación dependiendo de las circunstancias personales de cada uno.
Cuando aparece el dolor, todos, incluido el paciente, suelen centrar su atención en cómo resolver el problema, y la sexualidad queda relegada a un último plano. En la consulta del médico el tema se pasa por alto, pero sería un buen momento para plantear todas las dudas, pues es el especialista más cercano el que puede ayudar a que el enfermo entienda por qué se ha afectado su vida íntima, y el que puede explicarle cómo mejorarla.