Siguiendo las teorías de Sigmund Freud, todos somos bisexuales en potencia, de forma que nos podemos sentir atraídos por cualquier persona, independientemente de si es hombre o mujer. La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) lo tiene claro, y define la bisexualidad como la orientación sexual de quienes sienten atracción sexual, emocional y/o romántica hacia personas de más de un género y/o sexo, no necesariamente al mismo tiempo, de la misma manera, al mismo nivel ni con la misma intensidad.
Sin embargo, existe un rechazo de la sociedad hacia los bisexuales, quienes prefieren en muchos casos optar por la invisibilidad para no tener que escuchar que son homosexuales encubiertos o sufrir discriminación por todos los mitos que circulan acerca de su orientación sexual (promiscuidad, inmadurez, infidelidad...).
Para Francisco Cabello, director del Instituto Andaluz de Sexologia y Psicología, la orientación sexual es un concepto complejo que puede abarcar distintas realidades como son heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, asexualidad, y orientación parafílica. Una diversidad sexual que está condicionada por tantos factores, que solo podrá ser considerada aceptada socialmente cuando se supere la necesidad de catalogar la orientación de cada persona, y las definiciones se hagan innecesarias o intrascendentes.
Mientras tanto, los bisexuales reclaman su espacio como tales, ante la discriminación que sufren por parte de las personas heterosexuales, y también de los homosexuales.
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