La incertidumbre económica que se cierne sobre Japón tras los recientes desastres naturales, y sus graves consecuencias sobre la central nuclear de Fukushima, han creado un clima de pesimismo que puede ser el origen del distanciamiento social y del aislamiento sexual que se van imponiendo cada vez con más fuerza entre la juventud del país. Un reciente sondeo ha puesto de manifiesto el creciente desinterés amoroso-sexual de los japoneses menores de 40 años, que afecta a hombres y a mujeres, y que en algunos casos llega a extremos enfermizos. Pocos medios económicos, un futuro nada claro y poca disposición emocional para asumir la responsabilidad de una pareja real, han llevado a algunos hombres heterosexuales a integrar una nueva clase, los llamados soshoku danshi o hervíboros, por su falta de apetencia carnal. No son asexuales, pero su deseo lo satisfacen de forma solitaria consumiendo pornografía por internet y “manteniendo relaciones” con parejas virtuales en mundos tan sofisticados como falsos. En cuanto a las mujeres, casi la mitad de las que tienen entre 16 y 24 años no muestran interés en el contacto sexual, e incluso lo consideran repugnante. Atrapadas entre la modernidad y la tradición, que aún las presiona para que se mantengan recluidas dentro del hogar, muchas prefieren seguir solteras antes que optar por el matrimonio y todas las rutinas y lastres que consideran que conlleva. Incluso las que están casadas o comprometidas con una pareja real no manifiestan demasiado interés por las relaciones sexuales.
Sexo virtual y aversión al sexo han llevado a un descenso de la población que preocupa al Gobierno japonés, que está estudiando crear la figura de los consejeros sexuales, para incentivar de algún modo los matrimonios y frenar la caída demográfica.
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